Son las diez y media de la mañana y hace un frío que pela en Madrid. Mi compañero fotógrafo y yo llamamos al timbre del piso y enseguida nos abren. Sin duda nos están esperando,
Son las diez y media de la mañana y hace un frío que pela en Madrid. Mi compañero fotógrafo y yo llamamos al timbre del piso y enseguida nos abren. Sin duda nos están esperando, pero nos sorprende ver de qué manera. Al primero que encuentro es a Agustín: no lo he visto en mi vida, pero viene a darme un gran abrazo de bienvenida. Apenas me da tiempo a decir: “muchas gracias por recibirnos en vuestra casa”. Tras él, Francisco de Asís (al que en confianza llaman simplemente Asís), Calixto y Manolo (Lolo), nos estrechan las manos como si nos conocieran de toda la vida, y todos a la vez se ponen a contarnos lo que les gusta, a darnos la bienvenida, a decirnos dónde dejar los abrigos, etc. La casa se convierte en un gallinero, y Ana y Jesús, los profesionales que les acompañan hoy, se divierten observando nuestra reacción. Ambos pertenecen a la Fundación Gil Gayarre, entidad de Plena inclusión Madrid, que participa en el proyecto ‘Mi Casa: una vida en comunidad’. Jesús es su responsable de comunicación, y Ana una de las personas de apoyo en las viviendas. Un poco más tarde, llaman a Felipe, que estaba en su cuarto terminando de limpiar, y que se acerca a saludarnos con una sonrisa curiosa y tímida.
El piso está en Majadahonda, una población al norte de la ciudad de la capital. Aparentemente es un piso normal en un barrio normal, pero alberga cinco nuevas vidas para personas con discapacidad intelectual que necesitan muchos apoyos y cuya única posibilidad hasta ahora era la de vivir institucionalizadas. Cinco personas que conviven respetando sus diferencias, sus gustos y sus ratos de intimidad, y que han empezado a relacionarse con su comunidad aportando valor a la misma. Como Calixto, que con su forma atropellada de hablar nos explica cómo hace voluntariado en una residencia de ancianos, jugando con sus residentes al dominó o la petanca (puedes ver una información sobre esto en este mismo número de Voces). Mientras, nos enseña orgulloso su carnet del club de petanca y bolos de Majadahonda, que más tarde nos llevará a ver. Le preguntamos si podemos ver su habitación, y nos hace pasar a un cuarto con dos camas enfrentadas.
– ¿Y en esta otra cama quien duerme? Le pregunto.
– Pues Edu.
– Pero Edu no está en casa ¿no?
– Es que no le apetecía salir en el reportaje, así que ha preferido irse un rato a la Fundación.
Más tarde comprobamos que los demás tienen habitaciones individuales, pero Calixto y Edu se llevan tan bien, que prefieren compartir la suya. También comparten afición por el fútbol, pese a que uno es del Real Madrid y otro del Atlético. Y como al resto no les gusta, Calixto me cuenta que algunas veces Edu y él se van a ver los partidos a un restaurante chino del barrio, que tiene pantalla grande. A él se le nota la veteranía: es el mayor del grupo, el que lleva más tiempo en el piso y el que tiene más relaciones en la comunidad. Aun así, no deja de sorprenderme lo rápido que estas personas han normalizado el hecho de poder vivir en la comunidad. Pese a sus dificultades, nos cuentan cómo se organizan para asumir las tareas de la casa, ir a la compra semanal y compaginar todo eso con las actividades de ocio y en la fundación de cada uno. Tras cinco meses de funcionamiento del piso y la incorporación paulatina de todos sus habitantes, han logrado hacer un listado de acuerdos de convivencia que esta mañana van a firmar todos con nosotros de testigos. El acuerdo incluye: “no gritar, no repetir tanto las cosas, respetar el acuerdo de televisión, no coger las cosas de los demás, no entrar en las habitaciones sin preguntar…”
El acuerdo de convivencia del piso incluye: “no gritar, no coger las cosas de los demás, no entrar en las habitaciones sin preguntar…”
Proyecto ‘Mi Casa: una vida en comunidad’
Como parte de su Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, el Gobierno de España, a través del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, está empleando parte de los Fondos Next Generation, de la Unión Europea, en desarrollar proyectos de desinstitucionalización contando con diferentes organizaciones sociales. Esta financiación, ha permitido a Plena inclusión impulsar el proyecto de innovación social ‘Mi casa: una vida en comunidad’. Con esta iniciativa seva a experimentar una forma distinta de hacer las cosas, en concreto con la forma en que viven las personas que necesitan más apoyo. El proyecto contará con 66 viviendas en pueblos y barrios de ciudades. En ellas, las 32 fundaciones y asociaciones de Plena inclusión que participan en el proyecto facilitarán que un total de 759 personas con discapacidad intelectual, la mayoría de ellas con grandes necesidades de apoyo, puedan relacionarse con su comunidad. Para ello se están explorando nuevos perfiles profesionales de apoyo, como el de las personas facilitadoras y conectoras comunitarias, que ofrecen nuevas oportunidades a estas personas en sus entornos cercanos. El objetivo final es cambiar las políticas de cuidados de larga duración en nuestro país para contribuir a que personas como Calixto, Agustín o Lolo vivan en los mismos entornos que el resto de ciudadanos y disfruten de una vida plena, con más oportunidades para elegir cosas tan básicas como qué ropa ponerse, qué comprar para comer, qué hacer en su tiempo de ocio, etc. En este número de Voces te ofrecemos todas las miradas y labores que están dando sentido al proyecto.
El objetivo de ‘Mi Casa: una vida en comunidad’ es lograr cambiar las políticas para contribuir a que personas como Calixto, Agustín o Lolo vivan en los mismos entornos que el resto de ciudadanos y tengan más oportunidades de elegir lo que quieren.
Tras hablar con Calixto, uno tras otro nos enseñan sus habitaciones, y a través de sus fotos, sus carteles y su mobiliario, podemos ver los gustos y estilos tan diversos en la casa. Lolo no se separa de su Tablet, y tiene una bicicleta estática en su habitación. Aunque no se comunica hablando, sí entiende lo que le decimos y responde a nuestras preguntas con señas. Vemos un llamador de emergencia junto a su cama, y Agustín nos explica que una vez se cayó y tuvo que pulsarlo para avisar a la persona de apoyo.
La habitación de Asís luce carteles de luchadores, y nos cuenta que le encanta fotografiar cosas que le llaman la atención o le hacen recordar a sus seres queridos. Nos enseña fotos en su móvil y le voy preguntando sobre ellas. Una me llama especialmente la atención, ya que es solo el logotipo de una entidad bancaria. ¿Y por qué hiciste esta foto? “Pues porque allí trabaja una familiar y me recuerda a ella”, me dice. También me muestra una imagen de su cantante favorito: Tino Casal.
Agustín está nervioso porque cree que nuestra visita le va a hacer llegar tarde al taller de reciclaje de muebles que tiene la Fundación Gil Gayarre. Se nota que le entusiasma la actividad, así que le tranquilizo: “no te preocupes, que nos iremos antes de comer”.
El proyecto ‘Mi Casa: una vida en comunidad’ cuenta con Fondos Nex Generation de la Unión Europea, a través del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno de España.
El barrio, un entorno de inclusión
Pero además del piso, queremos ver qué tipo de cosas hacen para divertirse. Calixto y Lolo nos llevan a ver el club de petanca de Majadahonda, donde el primero va a echarse las partidas con otras personas mayores del municipio. Tras un paseo de 10 minutos, llegamos a un parque con un campo de petanca bien señalizado y con una gran caseta al lado. Allí entra Calixto a abrir su taquilla y recoger el estuche con sus bolas, como un profesional. En la siguiente media hora asistimos a una clase magistral de petanca, entre bromas, chascarrillos, puyas y chanzas de la parroquia, en la que Calixto encaja como un guante y donde no puede disimular su felicidad.
Tras ello, quedamos con el resto en la frutería más cercana a la casa, porque hoy toca comprar fruta y verdura. Como está bastante llena, entran por parejas y van cogiendo lo que necesitan: plátanos, tomates… El resto de clientes se sorprende más de ver nuestra cámara, que de verles a ellos comprar por sí mismos: una buena señal.
Una vez hecha la compra, decidimos que todos nos hemos ganado un aperitivo, así que nos llevan al bar en donde suelen tomar algo. Pese al frío, como a esta hora luce el sol, nos sentamos en la terraza. Durante la vuelta al piso Agustín continúa repitiendo lo del taller, y Asís decide que prefiere quedarse en el piso e ir a la Fundación con el resto. El imprevisto hace que las personas de apoyo le pregunten varias veces ¿Están seguro que quieres quedarte? Asís asiente convencido. Ana sale al paso diciendo: “bueno, pues voy a llamar a mis compañeros para hacer la reunión de esta tarde en el piso, en vez de en la fundación”. Una buena muestra de que con un modelo más flexible, se pueden dar apoyos más personalizados y respetar las decisiones de cada persona.
Para saber más…
Si quieres saber más sobre el proyecto ‘Mi Casa: una vida en comunidad’, puedes acceder a la página web del mismo, en donde podéis ver noticias de actualidad, las organizaciones y viviendas que están participando. Y junto a todo ello, las personas que habitan en las casas disponen de un blog para comentar cómo están viviendo esta experiencia en primera persona.