Al principio fue muy duro, lloramos mucho. Me decía por qué me va a tocar a mí y no a otro. Pero luego la vida nos ha demostrado que hay que relativizar. A día de
Al principio fue muy duro, lloramos mucho. Me decía por qué me va a tocar a mí y no a otro. Pero luego la vida nos ha demostrado que hay que relativizar.
A día de hoy puedo decir que Álvaro ha sido una bendición, ya no sabríamos vivir sin él. Ahora cuando miro atrás pienso: ‘que gilipollas fuimos’. Él nos da tranquilidad. Mi hijo es feliz y contagia felicidad. Es pícaro, pero no sabe qué es la maldad.»