La Comisión de la Mujer de Cermi Castilla y León organizó recientemente una jornada titulada Mujer, discapacidad y medio rural. “Este tipo de encuentros son necesarios, es muy útil reunir a mujeres con distintos tipos
La Comisión de la Mujer de Cermi Castilla y León organizó recientemente una jornada titulada Mujer, discapacidad y medio rural. “Este tipo de encuentros son necesarios, es muy útil reunir a mujeres con distintos tipos de discapacidad del rural de Castilla y León para que se conozcan, para que hablemos”, explica Elena Briongos, mujer con discapacidad que vive en el rural castellano y que además es vicepresidenta de Cermi Castilla y León.
La jornada estuvo marcada por una ponencia sobre los derechos humanos, especialmente aquellos que también tienen las mujeres con discapacidad del rural. Esos derechos que parece que se olvidan, que tantas veces no se cumplen.
Cuando le preguntas a Elena sobre la realidad que vive ella y otras tantas mujeres con discapacidad en el rural castellano, lo primero que le viene a la cabeza es una suerte de incomunicación. “El acceso a la movilidad, al transporte público”, cuenta. “En los pueblos hay muy pocas maneras de salir si no tienes coche. Esto te lo digo en general, pero cuando hay una discapacidad y necesitas un vehículo especial, por ejemplo, la situación es doblemente grave”. Tener dificultad para salir de tu pueblo implica no poder acceder a un médico o a un fisioterapeuta, por ejemplo. “Limita tus derechos”, denuncia.
Elena es también la presidenta de Salud Mental Castilla y León. Allí tuvieron en cuenta este problema de movilidad y cuentan con furgonetas para recoger por los pueblos pequeños a las personas y llevarlas a la sede más cercana de la organización. Lo consiguieron, entre otras cosas, gracias al apoyo de la Junta de Castilla y León. “Al final se van poniendo soluciones, pero son soluciones pequeñas y lo que se tiene que hacer es poner soluciones en general, como con la movilidad, que es un tema muy difícil”, se queja Elena. “Cada mujer tiene unas necesidades específicas y desde las asociaciones luchamos poniendo sus derechos por delante porque todavía hay mucho por hacer”.
Desde el movimiento asociativo hacen llamamientos a las instituciones y a las distintas administraciones. “Te diría que nos tienen presentes, pero las soluciones no acaban de llegar, sobre todo si eres mujer con discapacidad en el rural”, dice. A pesar de los años que lleva en marcha el movimiento asociativo, Elena cree que “estamos un poco mal. Nos faltan recursos de todo tipo. Las mujeres con discapacidad necesitamos mucha ayuda, que nos dediquen mucho tiempo. Somos personas igualmente, que se nos tenga en cuenta como tales”.
Otra realidad de las mujeres con discapacidad del rural castellano tiene que ver con la economía. La mayoría cobra una pensión no contributiva. No tienen muchas posibilidades laborales. “Todavía hoy al hombre con discapacidad se le anima a que salga, que se forme, pero a la mujer con discapacidad se la suele retener en casa”, explica Elena. Su realidad de mujer con discapacidad le cierra puertas a la hora de trabajar. Curiosamente, mientras todavía muchos siguen pensando que no valen para trabajar, no ponen pegas cuando ejercen de cuidadoras a jornada completa sin ningún tipo de remuneración. “Yo era una mujer con discapacidad y cuidé a mi padre. Ahora cuido a mi madre y lo hago encantada, pero en cambio no se me permiten otro tipo de trabajos”, denuncia Elena. “El riesgo de pobreza es mayor en relación a la ciudad. Para mí es fundamental reivindicar el tema de los cuidados y también la importancia de cuidarse a una misma. Si hiciéramos huelga de cuidados, el mundo se pararía”.
En el año 2017 Salud Mental Castilla y León elaboró una encuesta sobre mujeres con discapacidad y salud mental. “Te quería hablar de esta encuesta porque no nos esperábamos la cantidad de violencia que salió: violencia de género, violencia dentro de la familia. Salieron cosas graves. Para que se solucionen las cosas primero hay que conocerlas y las soluciones son muy lentas”, cuenta Elena. “Con las mujeres intentamos crear un espacio seguro para hablar de todo esto y acompañarlas para que puedan seguir con sus vidas. Al final las mujeres del rural con discapacidad son muy fuertes”.
Lo positivo de vivir en el rural lo da el propio entorno. “La naturaleza siempre te va a apoyar emocionalmente, pero tiene también la parte negativa de la soledad”, cuenta Elena. No es lo mismo vivir en Valladolid o en Aranda de Duero, que a Elena le queda a media hora de su pueblo, que cualquier zona del rural castellano. En lugares como Aranda aumentan las posibilidades, hay más servicios, nada que ver con la realidad de los pueblos.
Elena sabe perfectamente que las cosas se pueden hacer si se quieren hacer. En Salud Mental tienen un programa que se llama Julia. Es precisamente para las mujeres de entornos rurales. “El programa reúne a grupos de mujeres con un técnico de la asociación que las empodera. El técnico les da herramientas para que se junten en el pueblo y participen en la comunidad, cosa que a veces se nos niega porque el estigma está ahí”, explica.
Elena no se quiere ir sin compartir una lista de metas que desearía alcanzar para la mujer con discapacidad de los entornos rurales:
- Ayuda y acompañamiento para garantizar la autonomía.
- Darles a conocer sus derechos y el acompañamiento necesario para que puedan cumplirlos.
- Proporcionarles los recursos necesarios con carácter individualizado para que cada mujer pueda vivir en sociedad y participar de ella.
- Tener en cuenta las opiniones de las mujeres con discapacidad del rural. Tener la posibilidad de tomar decisiones, de ser escuchadas. Se deciden cosas sobre ellas sin contar con ellas.
- Erradicación de la violencia.
- Apoyo para las familias de las mujeres.