Activistas, asociaciones y testimonios en primera persona explican, coincidiendo con el 28 de septiembre, Día internacional por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, que el ejercicio pleno de esos derechos se vulnera cuando
Activistas, asociaciones y testimonios en primera persona explican, coincidiendo con el 28 de septiembre, Día internacional por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, que el ejercicio pleno de esos derechos se vulnera cuando se trata de personas con discapacidad y, especialmente, si son mujeres.
La sexóloga y activista Anaya Guerreiro ha explicado que si el patriarcado se ha apropiado históricamente de los cuerpos femeninos, esa apropiación es aún más extrema cuando se trata de mujeres con alguna discapacidad. «Los cuerpos de la mujeres siempre han estado colonizados por el patriarcado, pero si sus mentes y condiciones no encajan en la heteronorma pues aún más, lo que implica que sean aún más vulnerables para no poder ejercer sus derechos sexuales y reproductivos», ha afirmado.
Guerreiro reflexiona que la sociedad ve a las personas con discapacidad como inactivas o incapaces sexualmente, como seres desexualizados, que no tienen hijos, que no pueden cuidar, que son una carga y que en cualquier caso no pueden ser deseados por otros. «Pues resulta que nada de eso es así, que tenemos que cambiar el chip como sociedad, cambiar cómo leemos esos cuerpos que no nos parecen estandarizados y que pueden desear y ser deseados a la manera que ellos quieran y sin seguir normas preestablecidas», ha añadido.
La sexóloga, que presenta sordera, destaca que las consecuencias de que la sociedad no tenga una mirada distinta es que muchas mujeres con discapacidad crecen sin poder desarrollar el deseo propio, viéndose forzadas a un peor acceso sanitario y de violencia obstétrica o viendo impedido su deseo de maternidad a menudo por la presión social, pero también familiar, una presión que históricamente ha dado alas incluso a practicar abortos no consentidos a algunas mujeres sin su consentimiento.
María de la Sierra, de ONCE Cataluña, añade que las mujeres con discapacidad se enfrentan a la «doble discriminación» en la sociedad patriarcal y eso se acaba repercutiendo en que sean otros los que tomen decisiones sobre su placer y, en definitiva, su calidad de vida y su felicidad.
«Yo siempre digo que tengo una discapcidad, pero que esa no es la única tarjeta de presentación», recuerda De la Sierra que también forma parte de la comisión de género del comité catalán de representantes de personas con discapacidad (COCARMI), que ha celebrado esta semana unas jornadas para levantar la voz sobre el persistente «tabú» de la sexualidad y la discapacidad. Prejuicios que acaban provocando, explica, en muchos casos «invisibilización» de la sexualidad tanto querida como no deseada.
Sobre eso, ha recordado que las personas con discapacidad a menudo sufren abusos tanto en casa como en centros residenciales por personas que aprovechan, precisamente, sus dificultades de movimiento e incluso habla. Una realidad que, señala Guerreiro, refuta precisamente ese «mito» de que las mujeres con discapacidad no son deseables.
Una veterana activista por la visibilización de las mujeres con discapacidad es Carme, que sufrió polio de niña y tiene movilidad reducida, una condición que le hizo sufrir abusos de pequeña y adolescente de varios familiares y que, gracias a la terapia y el apoyo de su actual pareja ha conseguido vivir una vida sexual plena e incluso ser madre.
«Desde pequeña he aguantado los comentarios más surrealistas. Cuando me eché novio la gente nos decía que hiciéramos lo que quisiéramos pero que no me quedara embarazada, que eso no podía ser. Después, cuando parí, hubo quien incluso me preguntó que por donde me había salido el niño si voy en silla de ruedas», rememora con una mezcla de sorna y rabia.
También Irene, autista, y que ahora trabaja como ‘coach’ orientando a otras mujeres, explica que su aproximación a la sexualidad también pasó en su día primero por abusos y después por una «distorsión» de la sexualidad que la llevó a tener relaciones sin placer mucho tiempo.
«Tuve mucha parejas que no me entendían, sufrí mucho desgaste y tardé en dar con la solución. Pero mi consejo siempre es no desistir de buscar ayuda. A mi no me diagnosticaron adecuadamente hasta los 45 años. Pero ahora puedo empezar de cero. Recomiendo no dejar de tocar a la puerta aunque otras se hayan cerrado antes», afirma.
En contacto con la ONCE ya está otra mujer, Mireia, con discapacidad visual sobrevenida a los veinte años y que, a sus veinticinco, y a punto de graduarse como Educadora Social, reconoce que el camino de la sexualidad no es fácil para ninguna mujer pero menos con alguien que no siga la norma.
«Cuando conocí a mi pareja no sabía si decirle que tengo poca visión por si me rechazaba. Tenía muchos miedos, pero ahora sé que hice bien en contarlo. Quien te quiera te querrá como eres. Nadie es perfecto», concluye.
Fuente: LA RAZÓN